martes, agosto 16, 2011

El reverendo Martín Añorga escribe sobre las visitas a Cuba: Un llamado a la lealtad

Tomado de http://www.diariolasamericas.com/



Un llamado a la lealtad


Por el Rev. Martín N. Añorga
Publicado el 08-06-2011

En estos días cuando se ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de los viajes a Cuba me siento en la obligación de explicar por qué apoyo la propuesta de ley de nuestro querido legislador Mario Díaz-Balart, ya aprobada por la Cámara Baja, pero con riesgo de ser pirateada en el Senado, y sobre la que pesa además, el anuncio del veto del presidente Obama.

Probablemente el hecho de que pertenezca al llamado “exilio histórico” sea la razón de mi rechazo a que liberen los viajes a la Isla cautiva; pero creo que todo cubano, independientemente de la fecha en que por vez primera puso sus pies en esta tierra de libertad, si tiene la dignidad suficiente para reconocer que huyó de un régimen que lo oprimía y le coartaba todos sus derechos, debe reflexionar sobre la humillación que representa regresar a las cadenas y al cautiverio.

Volver a Cuba cargada la maleta de regalos, los bolsillos de monedas y al amparo de una libertad de la que no gozan nuestros compatriotas, es un acto de traición a los verdaderos ideales de democracia e independencia que todo cubano honrado debe desear para su patria. Conozco algunos de los argumentos de que se sirven los que viajan a la atropellada Isla del Caribe: nexos familiares que se desconocieron a la hora de la partida, nostalgias por los sitios dejados atrás por miedo a los esbirros de la tiranía, y a los que ahora se quiere volver para callarse ante las ofensas no olvidadas. Probablemente lo único que respete es la voluntad de muchos exiliados que dedican sus recursos para ayudar a los seres amados que en la Isla padecen pobreza y necesidades incontables, algo que puede hacerse, sin embargo, sin llenar de dólares las fauces insaciables del régimen con viajes costosos y humillantes.

No debemos dejar sin mencionar a los que viajan a Cuba por intereses mezquinos, como son la ostentación, la búsqueda del sexo barato y ocasional, y la diversión desordenada y enloquecida. Para estos no invocamos el deber para con la patria, porque patria no tienen, ni aquí ni allá.

Yo repito lo que decimos los que ya hemos gastado más de la mitad de nuestra vida en el destierro. La Cuba que dejamos ya no existe. Geográficamente nuestra Isla sigue siendo la reina del Caribe, sus bellezas naturales opacadas por el descuido siguen siendo altivas y sus playas siguen besando de olas los contornos costeros; pero la realidad interna del país es un caos doloroso, una irresponsabilidad absurda y un sufrir de opresión inflexible y cruel. Como decía el apóstol José Martí, “mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa su suelo en son de fiesta la casa de los que se los conculcan, es enemigo de su pueblo”.

Los que dentro del asustado caimán conservan los ideales y el espíritu de lucha representan el decoro, en pocos, que debiera corresponder a muchos. Para ellos, nuestro agradecido respeto y nuestra justificada admiración. A menudo nos preguntamos si tanto ellos, los de allá, como los de acá, estamos seguros de la ciclópea tarea que nos espera en el proceso de la restauración de Cuba. La solución no está en arreglos cosméticos ni en la aceptación del sistema imperante bajo la falsa premisa de que cambiando a sus ejecutores se rescataría su eficacia, no en un gobierno “provisional” de mano dura que pretenda instalarse indefinidamente.

Lo que necesitamos, no es la imposición de un militarismo gobernante que desafíe los valores de la libertad y de los derechos inherentes al ser humano. La única solución es la libertad plena, la recuperación de todos los derechos, el rescate de la dignidad y el decoro, el restablecimiento institucional, y la colocación en manos talentosas, honestas y trabajadoras la organización del sistema democrático en el que se basó, con altas y bajas, nuestra preciada República.

El caso de Cuba no es simplemente el de expulsar del poder a una tiranía, es la responsabilidad de reconstruir una nación. Los explotadores que controlan todos los resortes del poder en Cuba podrán ser destituidos, eliminados y sometidos a la justicia, pero la simple ausencia de ellos no restaura los valores históricos y sagrados de la patria. Para lograr este objetivo el camino es difícil y colosal la tarea. Sabemos que hay planes, programas, recursos, ideas, proyectos, esquemas resolutivos y estrategias definidas; pero a menos que haya un espíritu de coordinación y una unidad de trabajo, el proceso de rescate de Cuba del naufragio en que se ha hundido será costoso y confuso.

Cada cubano en el destierro debiera preguntarse cuál es su obligación patriótica. ¿Hemos venido para olvidarnos del dolor patrio dejado atrás, pensando que convirtiendo en pordioseros a nuestros familiares
y amigos que en la Isla dependen de nuestra ayuda financiera quedamos eximidos de cumplir con el deber sagrado de recuperarla libertad? Hemos sabido de muchos exiliados que han fabricado un muro invisible que los separa de Cuba para siempre. Podemos concederles el derecho de hacerlo, pero aunque nunca más volvamos a una patria liberada, no podemos creernos exentos de asumir nuestra porción de sacrifico para que los que allá quedaron, y los que van a estar, disfruten del don divino de la libertad.

Nos preguntamos si ir de visita a Cuba ayuda a su liberación. La evidente respuesta es que no, porque desde que se solicita un pasaporte, se compra una visa, se pagan onerosas cantidades en un aeropuerto y uno se ve obligado a guardar silencio y mansedumbre, lo que está haciendo es alimentar la mano que fustiga con el látigo. El solo hecho de tener que pedir permiso para entrar al suelo en el que nacimos es un acto de sumisión, y de sumisos es que se aprovecha el sistema tiránico de los Castro y compañía.

A menudo pienso que los que van a Cuba y les regalan a sus familiares y amigos algunos días de visitas a clubes, hoteles y restaurantes, no solamente se sienten superiores, sino que se comportan como privilegiados ante amigos y familiares que después de la visita van a permanecer en el mismo estado de indefensión y miseria en el que estaban. Mi pregunta es ésta: ¿en qué contribuyen al cambio en Cuba los que ayudan a mantenerla en el pantano en que se hunde, con visitas cordiales al campo de concentración en que la ha convertido la tiranía castrista?

El sistema dictatorial imperante en Cuba ha sido el más duradero e intenso que haya sufrido pueblo alguno en el Continente. A veces parece producto de una imaginación desquiciada el hecho de que en un país al que se le prometió la igualdad y la erradicación de la pobreza, sea hoy tan pobre como Haití y tan plagado de discrímenes como en los tiempos del nazismo en Alemania. Los que visitan la Isla se manejan a base de dólares, y para ellos se abren puertas que se les niegan a los ciudadanos que por decenas de años han soportado resignadamente el peso de la dictadura. Es inmoral que las playas y los centros de recreo frente al mar estén disponibles solamente para turistas. Es cruel que las tiendas surtidas de mercancía sirvan exclusivamente al extranjero. ¿No se dan cuenta los exiliados que se convierten en “turistas” que se hacen cómplices del opresor?

Contribuir a que Cuba siga siendo esclava, es una traición. Alimentar a los miserables que la oprimen es una cobardía.

Seguramente algunos desterrados cubanos de la última década consideren que mi posición se debe a que en la Isla no tenga ni familiares ni amigos; pero si así piensan se equivocan. Con tristeza confieso que dos hermanos han muerto sin que yo haya podido acompañarles en sus días finales. Mis amigos y mis familiares han ido quedando en esta jornada de casi cincuenta años que dura mi destierro. A mis padres, par de ancianos a quienes degollaron sus pensiones y a quienes obligaron a vivir en un sistema opresivo y despiadado, los recibimos cuando la jornada del Mariel para tener que enterrarlos en tumbas distantes a la tierra que amaban y que tuvieron que abandonar en los años tardíos de sus vidas.

Yo soy tan víctima del comunismo como cualquier otro cubano, y la angustia que me cubre es la de saber que voy a morir lejos de mis palmas, mi cielo y mis recuerdos; pero ese es el precio que he pagado por luchar en favor de la libertad de mi patria, y esa sola idea me consuela y me bendice.

Con orgullo proclamo que asumir el deber que nos cabe de luchar por el rescate de la libertad de la patria amada e inolvidable, es elevar la dignidad a la altura de la bandera y abrazar con patriotismo la memoria de nuestros mártires y héroes. Para Cuba, el cambio, definitivo y total, nunca el conformismo ni la complicidad.
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Realpolitik ha dejado un nuevo comentario en su entrada "El reverendo Martín Añorga escribe sobre las visit...":

Todo muy bien, pero en vano. Este tipo de argumento solamente funciona con gente que tienen suficiente vergüenza y seriedad, y la gente que Añorga tiene en mente, la gente a quien se dirige, piensan y se comportan de forma muy distinta. No piensan en Cuba ni la totalidad de su sociedad; eso no les interesa. Piensan en lo estrictamente personal y en su círculo inmediato. Si llegaran a leer este llamado, o no le hacen ni el menor caso o lo rechazan con insultos y burlas.

1 Comments:

At 2:01 a. m., Anonymous Realpolitik said...

Todo muy bien, pero en vano. Este tipo de argumento solamente funciona con gente que tienen suficiente vergüenza y seriedad, y la gente que Añorga tiene en mente, la gente a quien se dirige, piensan y se comportan de forma muy distinta. No piensan en Cuba ni la totalidad de su sociedad; eso no les interesa. Piensan en lo estrictamente personal y en su círculo inmediato. Si llegaran a leer este llamado, o no le hacen ni el menor caso o lo rechazan con insultos y burlas.

 

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